Ayer los mercados reaccionaron a la baja. Cayó la Bolsa 2,77% en San Pablo y el real se devaluó un 2,58%. El actual ministro de Economía defendió las políticas oficiales, pero los empresarios y operadores financieros aguardan ahora un mayor ajuste fiscal.
La presidenta Dilma Rousseff tuvo ayer momentos de relax y de tensión. Recibió saludos de todos los líderes mundiales por su reelección en el balotaje del domingo. Pero los operadores del mercado financiero brasileño le hicieron sentir que para ellos no había terminado la campaña: la Bolsa cayó 2,7 por ciento y el real se devaluó un 2,58% respecto al dólar. Ante esas presiones, la jefa de Estado juzgó anoche que es preciso aguardar para que los mercados “se calmen” antes de anunciar medidas económicas. Fue durante una entrevista concedida a última hora a una TV brasileña. Para ella, la economía está “en el camino correcto” y al hablar de inflación sostuvo que “de ninguna manera le hablaré al brasileño para que pare de consumir o de comprar. Quien gana un salario tiene derecho a gastarlo”. Tal vez por esto, algunos agentes bursátiles entendieron que ”no hay ninguna señal que indique que la presidenta Rousseff va a cambiar la política económica actual”. Otros, en la misma línea, afirman que lo de ayer fue un “ajuste residual” de una Bolsa que venía en picada por cuenta de encuestas que anticipaban ya la victoria presidencial. En síntesis, el sector financiero y especulador no termina de digerir la derrota del favorito Aécio Neves, visto como alguien consustanciado con el “pensamiento” del sector financiero. Con todo, la mala predisposición distó de parecerse al pánico, como llegaron a elucubrar algunos operadores al promediar la jornada, donde incluso la acción de Petrobras cayó un 12%.
Al mediodía, el ministro de Hacienda, Guido Mantega, convocó a una conferencia de prensa. Allí explicó que el comportamiento de los mercados se enraizaba en la situación externa, aun cuando admitió que la victoria de la presidenta reelecta contribuía a los sobresaltos. “La población aprobó con su voto la política económica de Dilma. Y es claro que eso provoca volatilidad, pero esta también se debe a factores externos”. De acuerdo con el ministro, que según el mismo confirmó ayer dejará el puesto a fin de año, “durante un proceso electoral la discusión económica se distorsiona. Pero ahora tendrá que calmarse”.
El funcionario tenía sus razones. Durante los meses de campaña se escuchó decir, de los economistas de la oposición, que “la inflación está fuera de control, los gastos del gobierno sobrepasaron todos los límites y el país no tiene credibilidad”. Pero la inflación está dentro de los límites prefijados: 6,4%. No existe fuga de capital ni se perdieron inversiones extranjeras. El sube y baja del dólar tiene estrictamente que ver con las presiones que “ejerce” el mercado para doblar el brazo a la presidenta reelecta. Mantega deshizo, con números, algunas de las “ficciones”. Sostuvo que entre enero y septiembre ingresaron a Brasil nada menos que 78.000 millones de dólares en inversión extranjera. “Esto demuestra que aquel que mira para medio y largo plazo confía en el país” sintetizó. Señaló, también, que “hay una vuelta al optimismo en la economía: hubo una mejoría de la expectativa de consumo de 1,3% en relación a agosto. Y el índice de confianza de la industria avanzó 1,8%”. Relató, también, que el PBI creció en el tercer trimestre.
Igual mandó algunas señales. Fue cuando señaló que Dilma irá a reafirmar “el compromiso con los fundamentos de la economía, lo que significa fortalecer la parte fiscal con un buen resultado para que la deuda pública se mantenga bajo control”. Y agregó: “Es una prioridad para los próximos cuatro años mantener la inflación baja, crear condiciones para un alza sostenida de la inversión, estimular el mercado de capitales y preservar un sistema financiero sólido”. Admitió que la presidenta enfrentará un desafío: “Trabajamos en un escenario externo adverso y debemos iniciar el proceso de expansión”.
Los operadores paulistas, sin embargo, insistieron que Dilma asumirá su segundo mandato con una economía “arrastrada” y deberá batirse a duelo con “desequilibrios macroeconómicos como la inflación alta”. Concluyeron que la única alternativa que le resta “es promover un fenomenal ajuste fiscal, sobre todo si no quiere perder el grado de inversión que adquirió en 2008”. Analistas de INVX Global Partners señalaron que “Dilma debería hacer como Lula quien retomó el diálogo con los inversores colocando a Henrique Meirelles en el Banco Central”. Esa decisión fue tomada por el ex presidente en 2002, cuando convidó al banquero, quien acababa de jubilarse como presidente mundial del Boston.